A veces, en el camino espiritual, queremos ser siempre “seres de luz”.
Queremos estar en paz, en presencia, en equilibrio. Pero la verdad es que es fácil ser luz cuando todo está bien, cuando hay calma, tiempo y silencio.
Durante mucho tiempo creí que, si no estaba en ese estado, no podía hacer nada energético.
Me enojaba conmigo misma por no poder estar en presencia. Sentía que no podía trabajar, ni acompañar a nadie, ni siquiera acercarme a lo espiritual si no estaba perfectamente alineada.
Y entonces me alejaba: del trabajo, de las personas, de todo lo que me recordara que no estaba “en eje”.
Pero hoy entiendo algo distinto.
La verdadera espiritualidad no se mide en los momentos de paz, sino en cómo actuamos cuando todo se desordena.
Cuando hay ruido, caos, ansiedad, incertidumbre.
Cuando no dormís por las preocupaciones, cuando la mente no se calla, cuando no podés ver con claridad.
Ahí está la prueba real.
Hace poco tuve un día así: agotada, sin dormir, con ansiedad, con el corazón acelerado.
Y aun así, tenía un compromiso con una persona muy especial, alguien que había trabajado mucho sobre mí.
Por un momento pensé en cancelarlo, pero algo dentro mío me dijo: “Cumplí con tu palabra”.
Y cuando comencé a trabajar con ella, algo cambió.
En medio del cansancio, volví a sentir esa paz que creía perdida.
Esa conexión profunda con el amor, con el todo.
Y entendí que no hay que esperar el momento perfecto, el día soleado, la calma absoluta para conectar con lo divino.
Nuestro trabajo —el verdadero— se da en el barro, en la vida real, en el cansancio, en la confusión.
Ahí florece la flor de loto. 🌸
Porque cuando, a pesar del dolor o el caos, te entregás igual, cuando ayudás a otro desde el corazón aunque no te sientas en tu mejor momento, recibís el triple.
Recibís la paz que querías dar, el amor que ofrecías, la luz que estabas buscando.
Y ahí entendí: la verdadera espiritualidad no es escapar del caos, sino aprender a amar dentro de él.
con amor Mariu